CLUB AJEDREZ BARGAS en las Olimpiadas de ajedrez
Intrahistorias de la Olimpiada de Budapest
Tras doce horas de viaje y un largo paseo por la ciudad de Buda, Isaac Lozano, Samuel Bustos y un servidor nos disponíamos a presenciar en directo uno de los eventos más emocionantes para un ajedrecista: la Olimpiada de Ajedrez.
Con antelación, los tres entramos en la sala de juego para presenciar en directo los 25 primeros minutos de la sexta ronda. Los objetivos, como es lógico, se centraban en las primeras mesas, pero lo más llamativo son las miradas de jugadores y jugadoras de países casi desconocidos en Occidente sentarse delante de un tablero para, salvo milagro, perder en unas pocas jugadas. Sus historias, que el autor se reserva para su actividad profesional, destacan entre el glamour y la enjundia de un torneo en el que no se deja lugar a la improvisación. Pero, como siempre, al final son las historias de los vencedores las que terminan propagándose más, así que hacia ahí vamos.
Tras encontrarme entre mesas y mesas de ajedrez, una de las primeras miradas que nos cruzamos fue la de Gukesh. El aspirante a campeón del mundo, cuya mirada se veía tan tranquila como cuando le ganó a nuestro Cristián Gómez en el Campeonato de España de rápidas en Toledo, capitaneaba a la India en busca de su sexto triunfo en el torneo. Anish Giri, Ding Liren, Ivanchuk o Kramnik, quien rompió irónicamente a reír con Abdusattórov cuando la organización presentó a Faustino Oro como "prodigio del ajedrez" antes de que hiciera el saque de honor, fueron algunas de las caras que más ilusión nos hizo ver.
No he mencionado a Carlsen porque su caso merece un párrafo aparte. Siguiendo la tónica del resto del torneo, el noruego llegó tarde a su cita con Maghsoodloo. Los ocho minutos de demora quedaron en anécdota en comparación con los doce de hace unos días, pero la prensa presente en el BOK Arena ya empezaba a impacientarse. Entre tanta expectación, el noruego llegó y, para colmo, tuvo que jugar contra la única apertura que los tres presentes hemos compartido en algún momento de nuestra trayectoria ajedrecística: la Caro-Kann. Otra línea que me voy a tener que estudiar, pensé, cuando le vi jugar 4. Cd2 contra la variante del avance.
Sintiéndome don nadie entre tanto superclase, de repente apareció Caruana en acción. Fabiano quería pasearse entre las primeras mesas, pero la marabunta de personas se lo impedía. En esto que, para facilitarle su misión, doy un paso hacia atrás (pido perdón porque un periodista no debe ser nunca el centro de la historia) y me tropiezo con un poste, estando a punto de caer. Imaginando la cara de desaprobación de todos los presentes y la bronca de los árbitros de la sala, conseguí mantener el equilibrio cuando, para mi sorpresa, Fabiano pronunció cinco letras que, en absoluto esperaba. "Sorry", dijo. ¿Pero no decían que no se podía hablar en medio de las partidas?
Con los nervios encima, tuvo que ser Bustos quien me chivara que Vachier-Lagrave estaba jugando con las gafas tumbadas porque se le había roto una patilla entera. Me perdí también otros detalles que, a buen seguro, me habrían dado pie a contar nuevas historias. Eran ya las 15.25 y tocaba salir para disfrutar de los otros placeres de lugares como este: la comida, la buena compañía y la gran diversidad de personas de todas nacionalidades unidas por una sola pasión: el ajedrez.
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